La noche cae sobre la ciudad. Extiende su manto oscuro sobre los tejados de una metrópolis que parece de agua.
No ha parado de llover y el ambiente casi es líquido. Calles mojadas que no parecen del sur, imagen irreal que me traslada a ese norte húmedo que mi mente recuerda.
Y la humedad del ambiente se entremezcla con mis sueños, sueños de un sur ahora lejano.
A lo lejos en las montañas, el hielo se apodera de todo lo que toca.
Y yo, esta noche siento que me confundo con él, siento el frío del invierno amarrado a mi piel.
No quiero dejar de pensar que ese hielo se derretirá, llegará la primavera, y a veces, con un poco de suerte, esa primavera es capaz de surgir desde lo más crudo del duro invierno.
Y llegó
Hace 5 años